Hablar de la relación entre el bienestar físico y el bienestar psicológico parte del supuesto de que estos son dos ámbitos claramente separados, es decir, el cuerpo y la mente, lo físico y lo fisiológico, así como lo mental y emocional. Aunque tendemos a pensar y hablar como si estas fueran cosas separadas, sabemos que estos aspectos de la vida están interconectados, por lo que realmente no se pueden separar unos de otros.

Por ende, somos un todo integral: nuestras ideas y emociones tienen un sustrato fisiológico, por tanto, pueden tener un impacto en nuestra fisiología. Asimismo, los fenómenos físicos también afectan nuestras emociones y nuestra manera de pensar.

La positividad, las relaciones y los procesos positivos, las fortalezas de carácter, la atención plena y la salud positiva conforman recursos de salud que permiten observar un panorama más amplio de la psicología positiva, así como el impacto que podemos tener en el bienestar personal y colectivo.

Independientemente de la edad, es necesario fomentar modos de vida que ayuden a prevenir enfermedades a partir de acciones orientadas a potenciar y mantener un nivel de bienestar.