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Las condiciones actuales del mundo exigen un alto contenido de valor agregado de las organizaciones que generan bienes y servicios.

Este valor agregado, que el cliente está dispuesto a pagar, es el resultado de las transformaciones de las entradas en salidas a través de los procesos.

Es necesario tener claro que los procesos no son perfectos, pero son perfectibles. Esto implica que, dentro de los procesos, existen desperdicios, y el cliente no está dispuesto a pagar por estos.

Aquí encontramos el motor y el impulso de la mejora continua: identificar, reducir y eliminar los desperdicios en los procesos, de manera que el contenido de valor agregado sea mayor en los bienes y servicios.

El alto contenido de valor agregado implica un uso eficiente de los recursos, impulsando los esfuerzos de las organizaciones para buscar la productividad y la mejora continua como parte de su misma esencia. Para logar este enfoque, los colaboradores deben participar de manera convencida y continua.

Las mejoras no solo son imposibles de la noche a la mañana, requieren de una visión compartida y de un esfuerzo persistente, que a mediano y largo plazo son recompensadas con el logro de los objetivos, nuevos retos y la satisfacción de contribuir con el uso de los recursos disponibles de la mejor manera posible.