5.1 Conociendo la identidad positiva
La construcción de una identidad positiva puede considerarse como un equivalente a una necesidad básica, puesto que los seres humanos, ya sea de manera individual, en parejas o en colectivo (como en una organización), se encuentran en una constante búsqueda, construcción y mantenimiento de una identidad que les ayude a alcanzar el máximo potencial, que sea significativa, legítima y estable en el tiempo, aunque lo suficientemente flexible y adaptable a los cambios constantes del entorno (Dutton, Roberts, & Bednar, 2009).
El cambio es la única constante en la vida y las personas cambian constantemente. En el proceso de cambio, un individuo puede crear su propia identidad positiva de forma consciente, orientada al crecimiento y desarrollo personal, sin olvidar que puede impactar de forma constructiva en su entorno laboral. De este modo, una identidad positiva se define como una identidad competente, resiliente, auténtica, trascendente y holísticamente integrada; tiene la capacidad de crecer al incrementar estas cualidades e integrarlas con el propio autoconcepto, al mismo tiempo que reduce las discrepancias de la percepción del yo real con el yo ideal (Kreiner & Sheep, 2009). La identidad positiva puede trasladarse a la identidad en el trabajo, la cual puede desarrollarse mediante tácticas cognitivas, afectivas y actitudinales para crear y sostener identidades personales que son congruentes con el autoconcepto (Snow & Anderson, 1987; citados en Kreiner & Sheep, 2009). Estas tácticas ayudan a las personas a ser proactivas en el proceso de formación de la identidad positiva y prosperar en el trabajo (Spreitzer et al., 2005; citado en Kreiner & Sheep, 2009).
Fuente: Elaborado por Universidad Tecmilenio con datos de Kreiner y Sheep (2009).
5.2 Tácticas para desarrollar la identidad
Táctica 1. Desarrollar una identidad espiritual
La identidad espiritual se entiende como un motor de desarrollo que impulsa la búsqueda de conexión, significado, contribución y propósito; va más allá de las tradiciones, creencias y prácticas religiosas, pues se entiende como un proceso de crecimiento intrínseco del ser humano (Benson, Roehlkepartain, & Rude, 2003; citado en Kreiner & Sheep, 2009).
Con esta táctica la persona logra una conexión entre su identidad personal y la organización, lo cual ayudará en su crecimiento, así como en la búsqueda de nuevos objetivos y oportunidades. La identidad espiritual en el trabajo puede ayudar a la persona a integrar el “ser completo” al contexto laboral, a encontrar un mayor significado en el trabajo y a desarrollar su vida interior en congruencia con su trabajo.
Táctica 2. Buscar un balance óptimo
Esta táctica sugiere prestar atención al balance entre la identidad personal y social para evitar un desbalance (Kreiner, 2007; citado en Kreiner & Sheep, 2009). En este sentido, las personas buscan expresar su individualidad al mismo tiempo en que buscan un sentido de pertenencia a algo más grande que sí mismos, lo cual provoca una tensión constante entre la necesidad de inclusión (¿en qué medida soy similar a otros?) y la necesidad de ser único (¿en qué medida soy diferente a otros?) (Brewer, 1991, 2003; citado en Kreiner & Sheep, 2009). La consecuencia de un desbalance puede provocar aislamiento (cuando la necesidad de ser único es desproporcionada) así como la despersonalización de un individuo (cuando la necesidad de semejanza es desproporcionada).
De esta manera, en la medida en que un individuo percibe un desbalance entre las necesidades, puede emplear tácticas de integración (p. ej. hacerse miembro de algún equipo de trabajo), de diferenciación (p. ej. establecer límites para evitar que el rol laboral afecte la vida personal) o de doble propósito, que pueden ser útil para ambas necesidades (p. ej. ejercicios de meditación).
Táctica 3. Transformar amenazas a la identidad
Más allá de afrontar o minimizar una amenaza, una persona puede convertir una amenaza en una oportunidad para el crecimiento, que va muy de la mano con el concepto de resiliencia. Al aprender a reestructurar las amenazas en oportunidades, las personas pueden ser más aptas para crecer en medida que confrontan situaciones adversas y aprenden de la experiencia, en lugar de sentirse derrotados ante las dificultades. Destacan dos estrategias puntuales:
- Reestructurar las amenazas: lo cual se refiere a transformar el significado que asignamos a un estímulo o situación para verlo desde una nueva perspectiva. Para ello, se puede neutralizar, para disminuir el impacto negativo de un estímulo o infundir, para inyectar valor positivo a una experiencia. La estrategia más relacionada con el crecimiento de la identidad es a través de infundir.
- Mejorar las relaciones con las personas que amenazan la identidad: en ocasiones, las personas pueden poner en riesgo la identidad a través de la comunicación negativa, los estereotipos o diferencias en el esquema de valores y, ante ello, la respuesta usual es de rechazar o atacar; en este punto, lo recomendable es mejorar las relaciones, que puede ser a través de la experiencia de emociones positivas o procesos en los que se involucre la amabilidad o la gratitud, para incrementar el contacto y la confianza.
Táctica 4. Experimentar con “seres posibles”
Un ser posible se define como una serie de componentes cognitivos como la esperanza, miedos, metas y amenazas, que funcionan como un incentivo para el comportamiento futuro y proporcionan un contexto evaluativo e interpretativo del ser actual (Markus & Nurius, 1986; citado en Kreiner & Sheep, 2009), lo cual ayuda a establecer un vínculo entre la situación del presente y los comportamientos necesarios que ayuden a lograr la visualización del ser en el futuro.
El ser posible se puede desarrollar de diversas maneras: la primera de ellas es cognitiva, a través de la comparación y contraste con otras personas y sus modelos de roles, lo cual facilita el desarrollo de actitudes y comportamientos a través de un proceso de asimilación; la segunda de ellas es a través de la experimentación de seres posibles y observar los resultados que se obtienen. La experimentación ayuda a reducir la brecha y las discrepancias entre el ser real y el ideal, lo que favorece a desarrollar una identidad auténtica.
Táctica 5. Aprovechar la (in)congruencia
La identidad positiva puede crecer cuando es congruente con el ambiente, lo cual proporciona seguridad para el crecimiento dentro de parámetros seguros; mientras que, cuando es incongruente, no es del todo malo, puesto que proporciona una tensión dinámica necesaria de la cual puede surgir el crecimiento a través de la adaptación y el cambio (Kreiner, Hollensbe, & Sheep, 2006; citado en Kreiner & Sheep, 2009). Se distinguen las siguientes estrategias:
- Maximizar la congruencia (los valores individuales están alineados con los del grupo o la organización)
- Ajuste complementario: el crecimiento se da través de la adquisición de una habilidad, talento o técnica que es necesaria en un determinado grupo, lo cual mejora la identidad personal y las relaciones.
- Ajuste suplementario: el crecimiento surge a partir de un cambio en actitud, dimensión de la personalidad o esquema de valores, lo que ayuda a la persona a compatibilizar con otros mediante las tácticas enunciadas previamente (1, 2, 3 y 4).
- Minimizar la incongruencia (los valores individuales no están alineados con los del grupo o la organización):
- Proceso de adaptación y permanencia: frente a una situación de incongruencia, la persona adapta su actitud o habilidad y se mantiene en la organización.
- Proceso de aprendizaje y abandono: frente a una situación de incongruencia, la persona decide abandonar la organización pero se da la oportunidad de aprender de la experiencia y mejorar.
La identidad positiva es un proceso en constante desarrollo. Las tácticas enunciadas son vías para que la persona, de manera consciente, pueda emplear estrategias orientadas al crecimiento para aprovechar las buenas experiencias y convertir las adversidades en oportunidades de aprendizaje y desarrollo personal.