Interpretaciones científicas

Positivismo

Surgió en el siglo XIX, de la mano de Augusto Comte y sus seguidores, quienes afirmaban que el único conocimiento válido se obtiene gracias al método científico (Grudemi, 2022). A principios del siglo XIX, la sociología se estableció como ciencia, cuyo objeto de estudio se centró en la vida social del hombre, ya sea en grupos o sociedades; de esta manera, se buscaba un mejor funcionamiento de la sociedad y, a la vez, impulsar el positivismo. Para Comte, el sistema era corrupto y cruel, pues destinaba riquezas y bienes materiales solo a las clases privilegiadas; por tanto, con la intención de evitar otra revolución, planteó tres métodos sociológicos:

Figura 1. Métodos sociológicos.

Materialismo histórico

El modelo teórico que propone Karl Marx se fundamenta en el materialismo histórico. Para este filósofo y economista inglés, solo se puede observar el mundo material, pero no el de las ideas; por tanto, afirmó que el hombre produce sus medios de vida y se rige por la historia, ya que se trata de un ser que vive en sociedad, se construye a través de su trabajo y, por tanto, la economía se encuentra en las bases de la historia. Marx señala que el capitalismo es algo antinatural, edificado mediante diversos cambios históricos; estos se originan de las fuerzas de producción y de las diferencias entre clases sociales, por lo que propone nuevas vías de análisis.

Marx define el capitalismo como un sistema de organización político-económico con grandes errores; desde su punto de vista, se ha enfocado más en la construcción histórico-social que en la evolución natural. El modelo propuesto por Marx se denomina comunismo y, en él, desaparece el estado; esto se debe a que, según su criterio, ya no resultaría necesario, como tampoco lo harían las clases sociales y la propiedad privada.

Estructural funcionalismo

Esta teoría percibe a la sociedad como un sistema formado por instituciones que contribuyen a su buen funcionamiento; un ejemplo de ello es la familia, donde cada miembro cumple con diferentes roles, como acudir a la escuela, trabajo, gobierno, club deportivo, centro religioso, etc. En este sentido, Herbert Spencer afirma que la sociedad es un organismo vivo, ya que cada una de sus partes tiene una función específica; así, se forma un conjunto donde los individuos crecen y se desarrollan. Por otra parte, Émile Durkheim y Robert King Merton aseguran que el estructural funcionalismo considera a las personas como parte del sistema social, es decir, no las contempla de forma particular. Desde esta perspectiva, las relaciones que se generan dentro de los sistemas condicionan los comportamientos, ya que deben respetarse ciertas normas; en caso de transgredirlas, se produce un estado de anomia, donde se aísla al individuo por su falta de congruencia ante los estatutos grupales. Durkheim consideraba que lo que mantiene unida a la sociedad son los valores y costumbres, aunque dicha función se está canalizando hacia las instituciones, pues cada vez son más necesarias.

Teoría comprensiva

El principal exponente de esta teoría fue Max Weber; para este sociólogo alemán, además de analizar la conducta de los individuos y los acontecimientos, las ciencias sociales también deben considerar a las personas integralmente, es decir, cómo viven y sienten, en qué piensan, cuáles son sus decisiones, cuáles son las normas que asumen y los valores que adquieren y afectan al otro. Desde este punto de vista, resulta indispensable analizar la acción social y no las estructuras, como lo indicaba Émile Durkheim; por tanto, aunque es preciso centrarse en lo externo, como en las instituciones que dominan al ser humano como entidad individual, se debe hacer hincapié en el análisis del sujeto, ya que solo así se puede llegar a comprender mejor a la sociedad.

Teoría crítica

Esta teoría se estructuró a partir de un grupo de estudiosos de nacionalidad alemana, los cuales se hicieron llamar Escuela de Frankfurt; sus inicios se remontan a 1923 y se conformó por filósofos, psicólogos, economistas y sociólogos. Surgió en el periodo de entreguerras, así que estos pensadores atestiguaron los conflictos bélicos, los campos de exterminio y las bombas nucleares; por tanto, se convirtieron en excelentes críticos de los medios y de lo ocurrido con el sentido común. Su intención fue hacer una crítica profunda al capitalismo burgués; por ejemplo, Theodor Adorno y Herbert Marcuse examinaron el lado oscuro del conocimiento humano, a partir de lo que vivieron y observaron en su momento. Estos intelectuales cuestionaron la modernidad, pues se dieron cuenta de que no se cumplieron las promesas de bienestar, felicidad y prosperidad que teorías anteriores prometieron; además, argumentaron que el positivismo excluye la acción humana. Al respecto, Herbert Marcuse criticó los medios de comunicación, en especial a la televisión; para él, estos debían ponerse al servicio del público para ayudar a cultivarlo, en lugar de manejarlo con meros intereses de consumo. De igual manera, dirigieron fuertes críticas contra el totalitarismo y las injusticias sociales (Silvia, 2020).