Los investigadores de la Psicología positiva estudian el funcionamiento óptimo de las personas, descubren y promueven los factores que permiten a los individuos y a las comunidades vivir plenamente.

El cambio implica abandonar pensamientos y posturas anteriores, por ejemplo: si cuando estás enojado lo que se te ocurre es vengarte o bien, cuando estás ansioso o con miedo lo que quieres es escapar o huir de la amenaza, entonces hay que erradicar esa forma de pensar. Para entender por qué algunas personas actúan y se comportan en forma saludable o nociva es necesario conocer las emociones, algunos autores clasifican las emociones así:

Algunos estudios sobre las emociones positivas indican que cuando estamos expuestos a ellas nos motivan a actuar o a comportarnos con un repertorio más amplio, con flexibilidad, creatividad, facilitando la solución de problemas, la innovación y la toma efectiva de decisiones, en pocas palabras a adaptarnos al cambio. Darte cuenta que tus razonamientos o creencias previas te limitan es dar el primer paso para construir pensamientos flexibles, que desafíen y signifiquen un reto en tu vida. Las personas  generalmente piensan “cuando tenga dinero…”, “cuando tenga más tiempo…”, “cuando me den un ascenso…”

Es poco realista creer que las condiciones van a cambiar por sí solas, que de repente todo te será favorable. Las condiciones favorables las debemos generar nosotros. Por ejemplo: ¿cuándo fue la última vez que te actualizaste en tu campo?, ¿cuánto has invertido en incrementar tus conocimientos y técnicas para mejorar laboralmente?, ¿te importa la calidad o el precio de estos procesos? Recuerda, si tu jefe observa tu dinamismo, tu interés por ir al mismo ritmo que tu puesto o al ritmo que la empresa lo requiere, sabrá que tienes entusiasmo y compromiso para cambiar y mejorar. ¿Necesitas motivación para cambiar? Voltea a tu alrededor y observa cómo ha cambiado tu empresa o las organizaciones del ramo.

En Occidente se utiliza la palabra crisis para referirse a momentos o cambios profundos en la política, la economía o las relaciones personales. También cuando se trata del momento crucial en una enfermedad, hacia la mejoría o el agravamiento. Por lo tanto, la crisis siempre implica un cambio que podemos ver como una oportunidad, recuerda momentos de crisis en tu vida: cuando hayas tenido resultados que no esperabas o no alcanzabas lo que deseabas, buscabas distintas maneras para lograrlo. La crisis activa tu creatividad, te empuja a ir más allá de la rutina y te permite descubrir cualidades que no sabías que tenías o que pocas veces aplicabas. Cuando has identificado tu responsabilidad y compromiso para cambiar no es posible culpar a otros de tu fracaso (el país, los economistas, los políticos).

A partir de esta idea podemos afirmar que la clave de esta actitud es perseverar. Perseverar es la característica de quienes alcanzan el cambio. ¿Qué pasa al ampliar el repertorio de pensamiento y acción de las personas? Se impulsa la construcción de recursos personales perdurables y se genera un patrón de emociones positivas y de un amplio foco de atención, cognición y acción, logrando pensamientos flexibles y creativos.

Algunas de las técnicas de modificación de las conductas y de los pensamientos se relacionan con recompensas. Así, se le otorga un valor especial a personas, eventos, cosas materiales u objetos que dan satisfacción. También las relaciones que se establecen son secundarias a la gratificación de impulsos primarios, por ejemplo, en un bebé la satisfacción de hambre o sed. Entonces aprendemos a asociar una persona o evento con la satisfacción de una necesidad.

Hay que comprender que así como existen fuentes de gratificación, también hay fuentes de frustración, entonces podemos calificar a las experiencias como buenas-amorosas-malas-agresivas en función de la gratificación o frustración que resulte  en el contacto con los demás. Obtenemos gratificación de múltiples estímulos que recibimos de la familia, de los medios de comunicación, de las redes sociales que pueden aportar compañía, felicidad, diversión y relaciones sociales.

Un buen mentor, ya sea un jefe, un tutor, un padre, supervisa y retroalimenta, su respuesta te sirve para crecer, brinda seguridad y te acompaña en el camino. El  puesto de mentor no lo puede ocupar un amigo, él te acompaña a celebrar tus éxitos, el mentor corrige tus defectos. Nos abre el mundo de posibilidades que tenemos, nos anima a descubrir el potencial para que nuestro rendimiento esté a la altura de sus expectativas.

Un mentor no es rígido, narcisista, envidioso u ocioso. Si así fuera, se pierde la esencia de guiar y se vuelve un crítico.

¿Alguna vez te has encontrado con esa clase de personas que todo lo critican? Te habrás quedado paralizado, sin saber qué responder o en el peor de los casos respondiste con agresión y fue más complicado defender tu postura o elección. Por lo general, la persona que critica posee baja autoestima y al no reconocer su propia debilidad necesita encontrar fallas en los demás para sentirse mejor consigo misma. Relacionarse en la crítica conduce al resentimiento y causa daño a los involucrados. Lo anterior nos hace ver la importancia de aprender a relacionarte. Siempre evalúa de donde viene la crítica: ¿de alguien que logró más que tú?, ¿de alguien que alguna vez te ayudó?, ¿de alguien que tiene autoridad?

En cada caso debes de estar atento a evaluar y distinguir lo que te sirve y te ayuda a mejorar; aunque te haya dolido o herido tu vanidad, aprende a sacar provecho a tu favor. En el proceso de crecer, tenemos oportunidad de valorar los hechos o personas en su justa dimensión: es imprescindible aprender a agradecer la guía y orientación de quienes nos facilitan el proceso, también es necesario determinar nuestra autonomía y decisión en el mismo. Cada meta alcanzada afianza tu decisión de cambio, cuando percibes el bienestar que ahora tienes gracias a tu perseverancia.